jueves, 13 de noviembre de 2014

Crónicas de Otoño

A veces las cosas no salen bien a la primera.

A veces te juntas con ese gran hombre llamado Attila y no duras ni una hora sobre la primera plancha de una misión de Gears of War. Ambos marines, Niga (Attila) y ErFeni (Letor), más pegados al suelo que N’Diaye en Júpiter, se arrastraron hasta la escotilla de salida de la gruta de los Kantus Gregorianus y pidieron tregua y hemoal. Seguramente una terrible obsesión de ahorro de munición y un arte del serrado hábilmente fallado, hicieron que ambos terminaran lo que empezaran antes de que una hora hubiere pasado.

A veces, es necesario un segundo asalto, con energías renovadas y una buena carga de Popper. Y, esta vez sí, los marines llegan al final de la zona. Dejan atrás las penas y los drones-mamones, los Kantus de sirena Miller y los Terrones azucarados para encontrarse cara a cara con el mesías del mal. Y no hablo de Arturito webofrito vestido de roji-gualda un 12 de Octubre, no, hablo de un bicho con alma de malote y más mala pulgas que Falete en ayunas, así que poco más y nos pone en fila en una audición para entrar en OT (Ojetes Truncados).

A veces es incluso necesario matarlo dos veces. La primera, tras gritar victoria y bailar con el hula hoop pintado de arcoiris, nos dimos cuenta que habíamos hecho una cosa mal. Así que como somos paquetes pero honrados, rehicimos el turno y, esta vez sí, le dimos matarile y cantamos todos juntos una ópera rock kantus que bien será recordada por los siglos de los siglos. Amén.

En la mesa número 2, una partida magistralmente narrada por Némesis : El Club Diógenes.
La pitonisa Martichi, el poli Sirkamus, el mafioso Laeroth, y el niño de papá Príncipe de lo extraño
subieron cada uno en su correspondiente limusina conducida por el/la hombre/mujer de sus sueños, con los ojos vendados. Pocos minutos después se encontraban en la entrada de una enorme mansión con su correspondiente fuente en la entrada. El mayordomo Bautista los condujo hasta el recibidor, en el que habían preparado un refrigerio.
Martichi se tomó unas cuantas copas de oporto, mientras que el resto de invitados optó por whisky del mas caro que había.
Todos ellos de carácter curioso, decidieron ponerse a registrar la estancia tras comentar las últimas novedades sobre el caso Isabel Pantoja y Belén Esteban (ambas clientas de Martichi).
Observaron un gran cuadro encima de la chimenea ( el cuadro de A. Brizuela, antepasado del benefactor terrateniente y heredero de todo aquello que se desplegaba ante sus ojos, que los había citado allí aún no sabía por qué) y decidieron descolgarlo por si hubiera algo detrás, pero el oporto hizo mella en Martichi con lo que tropezó y se pegó con la silla en la que encontraba apoyado Sirkamus en un ojo. Esto hizo que el poli se tambaleara y el cuadro estuviera a un plis de convertirse en pasto de las llamas.  Afortunadamente consiguieron rectificar y apoyar el cuadro en una pared. Observaron que en su parte trasera había escondida una llave enorme. Laeroth se la guardó en el bolsillo y se enorgulleció ante el espejo de la nueva imagen que proyectaba su entrepierna. Desgraciadamente esto le debió provocar algún tipo de reacción alérgica porque de repente no podía parar de rascarse, para desgracia de sus compañeros.

A partir de ahí, Martichi y Príncipe no querían ni acercársele.

Bautista procedió a servir la cena. Todo aquello era muy extraño. Al terminar el Roastbeef, el grupo decidió escapar por una puerta que daba a los jardines. Iluminando el camino con sus teléfonos móviles y un candil, llegaron a un mausoleo (después de rescatar a Laeroth del agujero en el que había caído y en el que encontraron el cadaver de Bautista).

Pasaron por decenas y decenas de tumbas de todos los herederos. Al llegar al fondo comprendieron lo ocurrido. La persona que les había citado no era realmente el heredero. Fallecidos sus padres, no había conseguido acceder a la caja fuerte puesto que la manera de abrirla consistía en la detección de unos patrones genéticos sólo presentes en los Brizuela. Caracoles!!! cayeron en la cuenta de que todos ellos habían nacido el mismo día y en el mismo hospital que el susodicho. Sólo uno de ellos 4 podría abrir la caja.
Probó Martichi y... ERROR. Probó Sirkamus y ERROR. Y, por fin, Laeroth se acercó rascándose la entrepierna y la caja se abrió.
Acordaron repartir el botín a partes iguales y huyeron tras haber esposado e inmovilizado Sirkamus al usurpador.

En la tercera mesa, Antarx Boniato ganó a Goliath por un sólo punto en un trepidante partido de BloodBowl.





3 comentarios:

  1. Excelente crónica. Ha sido como si hubiera estado allí mismo y participado en cada una de las partidas. Sin embargo me quedo, sobretodo, con la crónica de BloodBowl, tan detallada y extensa como siempre :p

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