jueves, 24 de septiembre de 2015

Little Miss Piggie



Dicen que a todo cerdo le llega su San Martín, pero ayer quedó claro que el refranero español no siempre tiene razón. Y es que no siempre el cerdo es el malo. No, señores, nada más lejos de la realidad. El cerdo es un animalito de Dios con una gran capacidad de esfuerzo, de adaptarse a las circunstancias, de sobreponerse a los reveses de los enemigos, de planificar estrategias a largo plazo, que es una delicatessen y tiene bonitos hasta los andares.

En estas estaba la señorita Piggie, haciendo algo de dinerito gracias a una inversión que con bastante buena vista había tenido a bien emprender en Borgoña. La muchacha había puesto una explotación minera que le había ido bien, y le permitía vivir holgadamente aunque sin los lujos de sus paisanos, que se dedicaban al comercio tanto marítimo como terrestre y se habían hecho con la mayor parte de Borgoña. Acumulaban vastos castillos a lo largo y ancho de la geografía, poseían grandes flotas y además eran bastante negreros. Bueno, ella también reconocía que era un pelín dora explotadora…pero lo era por una buena causa. Ella quería hacer de Borgoña un lugar de referencia mundial en tecnología,  y quería hacerlo dentro del marco de la economía sostenible. Montó una serie de centros de I+D en Borgoña y unas cuantas de granjitas de puercos como ella, gallinas, ovejas y vacas. También fue alcanzada por la fiebre de la compra de yates pero en menor medida que sus vecinos Princi, Letor y Privi.
Estos tres vecinos alardeaban de sus posesiones, miraban a la pobre Piggie (entiéndase la palabra “pobre” dentro de la técnica del dar pena apuntada ayer por Privi) por encima del hombro y realizaban costosas transacciones de recursos que ella no podía permitirse.
Pero ella sabía que en algún momento su labor daría sus frutos. Y así fue. Un buen día vio que su posición en la ciudad de Borgoña se había consolidado como una de las más fuertes. En poco tiempo logró superar a Princi, Letor y Privi que cayeron muchos puestos en el ranking de popularidad borgoñés y ya nunca nadie los volvió a recordar. Piggie expropió sus bienes pero en un acto de buena vecindad les permitió acomodarse en una casetilla para animales dentro de una de sus fincas.

En la mesa de al lado (gracias Doctor Alban por la crónica),un grupo de intrépidos buscadores de tesoros está buscando una extraña reliquia yurita antigua mientras el occulum los persigue por todos los estados unidos de Ansalance. En la primera persecución, nuestros intrépidos aventureros lograron escapar del occulum porque la nave perseguidora se pegó una monumental leche contra otro barco. Pero no hay que desistir, ya que nuestros protagonistas son capaces de hacerse daño a sí mismos bajando por un canalón o bajándose de un tren en marcha montados a caballo.
Frase de jugador (no sabemos si de Bersie, Yosie o Hidie): “ No nos ponga enemigos pónganos obstáulos en el terreno y nos mataremos solos).


En la tercera mesa, las wapis Némesis y Astarte jugaron al Catán Star Trek con el infiltrado Sirkamus.
Los tres situaron sus naves dispuestos a hacerse con el comercio de la galaxia. En un principio, Zulu, Scotty y Spok dirigieron el cotarro hasta que una oleada de sietes hizo salir a los klingons del cinturón de asteroides. El dilitio, trilitio y h2o comenzaron a escasear hasta tal punto que Astarte, sin una triste carta en su poder, intercambió una canción con Némesis a cambio de recursos (a esta magnífica crónica de Némesis, la que escribe añade que cree recordar que la canción era la de había una vez un barquito chiquitito). Lalalalaaa la cosa se fue animando, dando como vencedor a Sirkamus en la primera batalla y a Némesis en la segunda.

Después de esto, nos fuimos a celebrarlo al bar.

Nota martichil de vital importancia: El del bar Jurado tiene 52 años y calcula que el Bitter Kas tiene 40 años al menos en España.