jueves, 7 de abril de 2016

LA MÁS GRANDE


Amanecía un nuevo día a los pies de la giralda y la Wapi Magallanes se encontraba organizando los tercios que pocos días después había de mandar rumbo a las indias orientales. La lonja, el archivo de indias y los aledaños de la catedral se encontraban plagados de viandantes (algunos de ellos poco fiables se dedicaban a buscar aparcamiento a los caballeros de la época a cambio de unas cuantas monedas) rondando tenderetes, animales, basuras y escombros. La impieza de la ciudad brillaba por su ausencia, aunque de vez en cuando podía captar algún ramalazo del azahar que ya despuntaba. Hubiera dado cualquier cosa por atrapar ese olor y no dejarlo escapar.

Entre el bullicio, ultimó todos los preparativos. Junto con sus tercios, se embarcó hacia el nuevo mundo haciendo escala primero en Sanlucar de Barrameda para tomarse un pescaito frito y un Barbadillo, que le gustaba mucho a ella.

La wapi ya destacaba por sus habilidades en el arte de la navegación. Tenía la habilidad de hacer suya cada embarcación que iba encontrando en el camino. Era curioso porque nadie le ponía pegas en quedarse los barcos, debía tener un gran poder de persuasión. Únicamente muy al final del viaje, habiendo pasado hacía meses el Cabo de Buena Esperanza, una navegante asturiana cuya cara le resultaba familiar, y otro navegante cantillanero macareno, le plantaron cara. Pero ya nada podían hacer para enfrentarse a ella. Ella contaba, además, con el favor de la Corona y del Secretario de Estado, porque ella misma se había currado estas amistades de alta alcurnia. Tampoco entendía que el resto de navegantes le hubieran dejado tener esos dos contactos simultáneamente durante tanto tiempo. Pero así sucedieron las cosas. Al llegar a Filipinas, se encontró con otro Grande de España, Carletito de Montequinto, que también se había hecho muy poderoso conquistando tierras e indígenas. Pero tampoco resultó estar a la altura de la más grande de España. 

Tras una vida épica, libró su última batalla en Filipinas, donde murió atravesada por las lanzas indígenas mientras cantaba:
"Como una ola
tu amor llegó a mi vida
como una ola de fuego desmedida
sentí en mis labios, tus labios de amapola
como una ooooola"

Y en la mesa rolera, Hidar, Terminus, Adalian, Antarx y Ercarcu se pasearon por todas las cantinas del Far West.
Nos visitaron Susana, el monete, la boniata, Wapimónica y Minivictor. Ah! y Alban, que intentó empañar la victoria martichil levantando falso testimonio. Pero nada podía fastidiar mi momento de gloria. Eso si, como dice Umrae, "no grites muy alto tu felicidad que la envidia tiene el sueño muy ligero".

2 comentarios:

  1. Se te ha olvidado comentar la excelencia de la Wapi Magallanes pintando cuadros en medio del océano.

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  2. Es verdad, es que ya no quería tirarme mas flores JAJAJAJA

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